Robert Fisk
Traducción de Celita Doyhambéhère
No quiso bombardear el califato sangriento de Abu
Bakr al Baghdadi, cuando estaba masacrando a la mayoría musulmana de
chiítas de Irak. Pero Barack Obama va al rescate de los refugiados
cristianos –y los yazidis– debido a “un posible acto de genocidio”. A
bombardear. Y menos mal que los refugiados en cuestión no son
palestinos.
Esta hipocresía casi nos deja sin aliento, sobre todo porque el
presidente de Estados Unidos está todavía demasiado asustado –por temor a
disgustar a los turcos– para usar la palabra “G” sobre el genocidio de
1915 de Turquía de un millón y medio de cristianos armenios, una masacre
masiva a una escala que incluso los matones de Abu Bakr aún no han
intentado. Vamos a tener que esperar otro año para ver cómo Obama se
maneja con las conmemoraciones del 100º aniversario de esa particular
masacre musulmana de los cristianos.
Tampoco Obama dijo nada acerca de su amigable aliado, Arabia
Saudita, cuyos salafistas son la inspiración y la recaudación de fondos
para las milicias sunnitas de Irak y Siria, al igual que lo fueron para
los talibán en Afganistán. El muro entre los saudíes y los monstruos que
crean –y que Estados Unidos ahora bombardea– se debe mantener tan alto
como invisible. Esa es la medida de disimulo estadounidense en este
último acto de duplicidad. Obama está bombardeando a los amigos de sus
aliados saudíes –y enemigos del régimen de Al Assad en Siria, por
cierto–, pero no lo dirá. Y sólo por si acaso, él cree que Estados
Unidos debe actuar en defensa de su consulado en Erbil y la embajada en
Bagdad.
Esa es la misma excusa que Estados Unidos utilizó cuando disparó sus
cañones navales a las montañas Chouf del Líbano hace treinta años: que
los jefes militares pro sirios del Líbano estaban poniendo en peligro la
embajada estadounidense en Beirut. Que es tan poco probable que los
islamistas tomen Erbil como que capturen Bagdad. Obama dice que tiene un
“mandato” para bombardear del gobierno iraquí de Nouri al Maliki, el
elegido pero dictatorial chiíta que ahora dirige a Irak como un Estado
quebrado y sectario. La manera en que a los occidentales les encantan
los “mandatos” desde el Tratado de Versalles de 1919, que atrajo a las
fronteras de Oriente Medio para nuestros “mandatos”, las mismas
fronteras que ahora el califato de Abu Bakr juró destruir. No hay muchas
dudas acerca de la terrible e igualmente sectaria Isis que Abu Bakr
está creando.
Su amenaza a los cristianos de Irak –conviértanse, paguen impuestos o
mueran– ahora se ha vuelto contra los yazidis, la pequeña secta
inofensiva cuyas raíces persas-asirias, rituales cristianos-islámicos y
perdonando a Dios los han condenado como a los cristianos. Los kurdos
étnicos, los pobres viejos yazidis creen que Dios, cuyos siete ángeles
supuestamente gobiernan la Tierra, perdonó a Satanás: así que,
inevitablemente, este antiguo pueblo llegó a ser considerado como
adoradores del diablo. De ahí que sus 130 mil refugiados –al menos 40
mil de los cuales viven en las rocas de la montaña en por lo menos nueve
lugares alrededor del Monte Sinjar– cuentan historias de violación,
asesinato y matanza de niños a manos de los hombres de Abu Bakr. Por
desgracia, todo puede ser verdad.
Los yazidis probablemente son descendientes de los partidarios del
segundo califa omeya Yazid el Primero; su represión de Hussein, el hijo
de Ali –cuyos seguidores son ahora los chiítas de Medio Oriente–,
podrían teóricamente haber encomendado los yazidis al ejército musulmán
sunnita de Abu Bakr. Pero sus rituales mezclados y su negación del mal
nunca iban a encontrar el favor de un grupo que –como Arabia Saudita y
los talibán– cree “en la supresión del vicio y en la propagación de la
virtud”. En las fallas geológicas que se encuentran en el antiguo
Kurdistán, Armenia y lo que era la Mesopotamia, la historia les dio a
los yazidis una mala mano.
Pero por ellos, y los nestorianos y otros grupos cristianos, Obama
ha ido a la guerra. Los franceses, con sus viejos espíritus de cruzados
revividos, le pidieron al Consejo de Seguridad que reflexione sobre este
pogrom cristiano. Pero la pregunta persiste: ¿Estados Unidos habría
hecho lo mismo si los refugiados pertenecientes a minorías miserables
del norte de Irak hubieran sido palestinos? ¿O la última campaña de
bombardeos de Obama simplemente proporcionará una bienvenida distracción
de los campos de exterminio de Gaza?
"Página 12", 9 de agosto de 2014
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