A la manera de lo anteriormente ocurrido respecto de la vinculación comercial de nuestro país con Angola, una segunda misión comercial encabezada por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, y por el canciller, Héctor Timerman, se trasladó a Azerbaiján. Con el numeroso plantel de funcionarios que se desplazaron hacia esa pequeña nación petrolera concurrieron también dos centenares de empresarios argentinos, en su mayoría representantes de pymes, con vocación de exportar.
Azerbaiján tiene, como Angola, un historial nada favorable en materia de respeto a los derechos humanos, razón por la cual es sistemáticamente condenado por Amnesty International y Human Rights Watch. En Azerbaiján se persigue a los homosexuales y se encarcela, intimida, acosa y ataca a periodistas independientes.
Para la importante comunidad armenia de nuestro país, el viaje a Azerbaiján ha generado desconfianzas comprensibles. Ocurre que se trata del país que mantiene un delicado conflicto abierto con Armenia, respecto del enclave de Nagorno-Karabakh.
La Argentina exporta a Azerbaiján sustancialmente materias primas agrícolas: aceite de soja, azúcar, cereales, lácteos, maní, tabaco y algunos cítricos. La misión emprendida por el gobierno nacional apunta no sólo a aumentar esas exportaciones, sino a tratar de diversificarlas, agregando a la actual oferta algunos productos industriales, como maquinaria agrícola o aparatos para ser utilizados en el campo de la salud.
En 2013, las cifras nos indicarán previsiblemente si esta tan peculiar forma de promover nuestras exportaciones ha tenido éxito o no. Para ello, habrá que superar la cifra actual de intercambio comercial común de 34 millones de dólares y mantener un saldo que hoy nos es favorable, de alrededor de 9,6 millones de dólares.
Para un país como el nuestro, que hoy está virtualmente cerrado al comercio exterior y que por ello se ubica lamentablemente entre los más proteccionistas del mundo, estas misiones comerciales tienen un impacto tan sólo relativo, necesariamente limitado. La extremadamente delicada situación cambiaria de la Argentina afecta claramente la competitividad de nuestras empresas exportadoras, tanto en relación con el financiamiento de las operaciones como con los plazos de liquidación de las respectivas divisas, mucho más cortos para nosotros que para nuestros competidores.
La tremenda fragilidad del nivel de nuestras reservas transmite desconfianza respecto de que nuestros exportadores puedan mantener un flujo de exportaciones, por oposición a concretar apenas operaciones individuales aisladas y puntuales. Mal momento, entonces, para promover este tipo de negocios, cuyo horizonte difícilmente supere el corto plazo.
"La Nación" (editorial), 17 de julio de 2012
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