El 20 de octubre de 2022 se presentó en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno, el libro “Subasta de Almas o Armenia Arrasada”, un relato histórico de Aurora Mardiganián, sobreviviente del genocidio armenio perpetrado por el Imperio Otomano y negado en la actualidad por su estado heredero, la República de Turquía.
Un panel de alto nivel académico, compuesto por Claudia Piñeiro, Pablo Alí, Fabián Bosoer, José Emilio Burucúa, Ariel Crespo, Vartán Matiossián y Juan Gabriel Tokatlian, moderados por Julieta Ojunian, se dio cita en el auditorio Jorge Luis Borges ante una cantidad de público que colmó las instalaciones.
El libro condensa un proyecto iniciado hace más de 30 años por iniciativa de Eduardo Kozanlián, muy elogiado por los panelistas en virtud de su rigurosa investigación que incluye la recuperación de 15 minutos de un filme perdido en el inicio del siglo XX, película producida en Hollywood en la que Aurora Mardiganián protagonizó su propia historia de supervivencia.
Vartán Matiossián realizó, 100 años después, una nueva traducción del original en inglés de 1918, referenciado también en una traducción castellana de 1919 (versión que había omitido o modificado un apreciable número de pasajes de la primera publicación), que le permite al lector de nuestro idioma una transcripción integral y fiel al original.
El siguiente es el texto de la intervención de Matiossián (via Zoom):
Mi presencia como traductor de “Subasta de almas” es el resultado de una recompensa y de un castigo. En 1999 empecé a importunar a Eduardo Kozanlián para que escribiera la historia de su búsqueda y hallazgo de los fragmentos de “Subasta de almas”, como se conoció la película de Aurora Mardiganian en su estreno en Buenos Aires en 1920. En 2014 y 2018 publiqué dos estudios sobre Aurora, primero en inglés y después en una versión mucho más extensa en armenio, en los que también hice referencia a la historia del descubrimiento. Como pueden ver, no tengo demasiada confianza en mis poderes de persuasión.
Pero tanto va el cántaro a la fuente que en 2018, coincidentemente, Eduardo se despachó con su respuesta a mis requisitorias. Confieso que me “volteó”, para decirlo en buen porteño. No era solamente un texto memorioso, sino una edición minuciosamente anotada de “Subasta de almas” con pedido de lectura. El pedido/demanda adicional de que escribiera un prólogo vino casi de inmediato.
A la épica de supervivencia y a la tragedia de vida de Aurora Mardiganián, a las circunstancias de su historia y de la búsqueda empecinada de Eduardo Kozanlián me he referido en ese prólogo, al que remito a los presentes.
De la lectura inicial surgieron sugerencias para mejorar el texto, que ya era una versión revisada de la traducción de 1919, y las notas. Luego comencé a notar diferencias con el original inglés, y aún más, palabras u oraciones que habían sido eliminadas por un motivo u otro. Fue entonces que entre incesantes intercambios electrónicos con Eduardo y la inestimable contribución de Pablo Alí, se generó la idea de que complementara la “recompensa” de escribir un prefacio con el “castigo” de traducir la narración original en inglés, lo cual era preferible a una versión que hubiera sido emparchada hasta el cansancio. Con más de cuatro décadas de traducciones al hombro, ya no había forma de escapar en el capítulo final de la historia.
Recompensa y castigo entre comillas, como es obvio, porque en realidad es un placer sin comillas haber contribuido un granito de arena para la concreción de un proyecto cuyo mérito fundamental pertenece al trabajo minucioso, apasionado e insistente de Eduardo Kozanlián, las mismas características que lo llevaron a ver hace treinta años lo que hasta entonces había sido entrevisto, pero totalmente ignorado.
La última vez en el mundo que “Subasta de almas” se proyectó con ese nombre, hasta donde sabemos, fue en Buenos Aires, en 1926. Después, sólo se proyectó en Francia con el título de “Le martyre d’un peuple” y el nombre cambiado de la protagonista, por motivos que desconocemos, y esta fue la película adquirida por Yervant Setián de la que han quedado los fragmentos. La ironía de la historia quiso que un porteño cruzara 13.000 kilómetros hasta Ereván para sacarse la grande: identificar los fragmentos de la primera película sobre el genocidio armenio, reutilizados en otra película almacenada en un archivo de cine por casi medio siglo, como pertenecientes a “Subasta de almas”.
La historia armenia empezó mucho antes de un genocidio y no terminará con otro, mal que les pese a los herederos del crimen a diestra y siniestra y en particular a sus voceros en el mundo diplomático, académico u otros, cualesquiera sean los argumentos de que lo que sucedió en 1915 no sucedió o no fue un crimen premeditado frente a la evidencia abrumadora. Pero la luz de la verdad en el camino de Damasco difícilmente ilumine a quienes viven envueltos en la ceguera del “no”, de la presunta impunidad y del cálculo político. Libros como “Subasta de almas” no están dirigidos a ellos, a los sicarios del mal satirizados por Joan Manuel Serrat. Están dirigidos a la inmensa mayoría que cree en la existencia de verdad y justicia en este mundo. La historia de Aurora Mardiganián resuena con renovada fuerza un siglo después, porque nada de lo que es humano nos es ajeno. Y estamos agradecidos a Eduardo Kozanlián por recordárnoslo.
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