Vartán Matiossián
“Gran número de usuarios de redes sociales informaron que durante las protestas contra el gobierno de Erdogan en Turquía, las fuerzas policiales rompieron el cerco de un cementerio armenio católico que data de 1865 ubicado en Sisli, Estambul, destrozando centenarias lápidas para utilizarlas como barricadas o arrojar sus trozos a los manifestantes”, informó la agencia Panarmenian de Ereván el 17 de junio.
La fuente de esta información parece haber sido «Թուրքագիտական պորտալ» (Turkakidagán Portal, Portal de Estudios Turcos, allTurkey.am), que el mismo día informó: “Durante las manifestaciones antigubernamentales que recomenzaron con nuevo ímpetu anteayer, las fuerzas policiales turcas entraron en el cementerio armenio del barrio de Şişli, en Estambul, que utilizaron no sólo para posicionarse, sino como ‘yacimiento de piedras’. De acuerdo con notas en Twitter, los policías turcos rompieron lápidas armenias y arrojaron sus fragmentos contra los manifestantes. Las fuentes también mencionan que los policías usaron el área del cementerio armenio como base para arrojar gases lacrimógenos contra los manifestantes reunidos en las cercanías. Se ha difundido en Internet una fotografía en la que aparece un grupo de policías corriendo a través del cementerio”.
El destrozo de tumbas fue desmentido por la agencia oficial armenia “Armenpress” el 18 de junio:
“La intrusión de los manifestantes en el cementerio armenio de Şişli, Estabul, no causó ningún daño. Los manifestantes trataron de evitar la violencia de los agentes policiales. El editor de la sección armenia del semanario “Agós” de Estambul, Sarkís Seropián, afirmó esto en una conversación con ‘Armenpress.’ De acuerdo con él, frente al cementerio de Şişli, que pertenece a la comunidad armenia católica, se encuentra un gran centro comercial, donde la policía usó gases lacrimógenos contra los manifestantes. Entre otras cosas, Sarkís Seropián subrayó: ‘Luego la gente salió del edificio y entró en el cementerio para protegerse. Las puertas del cementerio estaban abiertas. El vigilante armenio dijo que ninguna lápida, ni siquiera una flor fueron dañadas en el cementerio’” (el subrayado es nuestro).
No solo la noticia había muerto antes de nacer, sino aparentemente también la fotografía. El 18 de junio, Portal de Estudios Turcos informó que Nubar Güzeldevletián, miembro del Consejo de Administración del cementerio armenio, había desmentido la información de que la policía y manifestantes hubieran entrado al cementerio, y que la fotografía en cuestión no había sido tomada allí. “No se ha registrado ningún hecho similar aquí. La situación alrededor del cementerio armenio permanece en calma”, dijo Güzeldevletián, quien sin embargo no pudo determinar a qué cementerio pertenecía la foto y si tal cementerio era armenio.
Si el cementerio realmente está en la mira --el pasado destructor de Turquía es un espejo perfecto para esta presunción --, no hemos visto ninguna información veraz que lo corrobore, a no ser que el agregado haya confundido el cementerio armenio de Surp Hagop, confiscado y arrasado en la década de 1930 para construir Gezi Park, con el cementerio de Şişli.
Todo parece haber sido mucho ruido (¡en Twitter!) y pocas nueces. Cuando un opositor a un gobierno escribe algo en 140 caracteres y, digamos, cincuenta personas lo repiten, ¿significa que la noticia es verídica? Si esto es “información fidedigna” en el siglo XXI, vamos a necesitar que cada vez se la verifique con una investigación forense, no sea que el cadáver no exista porque no hubo asesinato...
Por lo demás, no podemos descartar que realmente se haya producido una incursión policial en el cementerio y que su desmentida sea puramente un subterfugio para evitar problemas con las autoridades. Sobre este incidente, el trisemanario “Nor Haratch” de París observó el 20 de junio que varios diarios turcos opositores al gobierno habían hablado de una “trampa” tendida por la policía, que había entrado al cementerio “como si fuera un estadio de fútbol”. También trazaron un paralelo con un incidente ocurrido unos días antes de la última represión. Al escapar de la policía, algunos manifestantes habían entrado en una mezquita, lo que dio pretexto al primer ministro Recep Tayyip Erdogan para hacer uno de sus habituales comentarios que abundan en una particular interpretación de la realidad: “Esos sinvergüenzas mancillaron la mezquita no sólo por entrar con los zapatos puestos, sino al tomar cerveza allí. Incluso hubieron actos de sexo grupal”. Estas declaraciones tendientes a desacreditar a los manifestantes fueron calificadas de falsas y dieron lugar a una violenta polémica. Erdogan, quien también había condenado que se diera asistencia médica a heridos en el interior de mezquitas, probablemente estuvo correcto en su referencia de haber entrado con zapatos (algo prohibido por la religión islámica), sin por supuesto importarle que la gente estuviera más preocupada por salvar la vida que por quitarse el calzado. “Nor Haratch” concluyó su comentario de la siguiente manera:
“Se cita todo esto en oportunidad de la irrupción en el cementerio armenio y se pregunta que, mientras el primer ministro se alborota por la violación inexistente de un sitio de culto, ¿cómo es que la República de Turquía y su policía no ven nada inoportuno en el uso del cementerio armenio de Şişli para tender una trampa?”
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