Daniel Muchnik
Se elevó la temperatura en Medio Oriente porque sucedieron varios
hechos que levantaron vientos fuertes. Y esto tiene repercusiones tanto
en la relación de Israel con Estados Unidos como en la de Israel con uno
de los ejes europeos controvertidos como es Polonia, y la de Israel con
los armenios de todo el mundo.
La
policía acorraló a Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, al
recomendar su procesamiento por dos casos de corrupción que oralmente,
en la sociedad de su país, se venían comentando hace un tiempo. La decisión de comenzar con el procesamiento dependerá ahora del fiscal general del país, Avichai Mandelblit.
Según los legajos policiales, Netanyahu aceptó lujosos regalos de un
productor de cine de su país y de un multimillonario australiano, James
Packer. Todo a cambio de favores importantes, claro. El valor total de
los "regalos" suma cien mil dólares. Paralelamente, se lo acusa de un
pacto con el editor del diario Yediot Ahronoth, porque su dueño le dio una cobertura favorable a cambio de debilitar a algunos rivales políticos de Netanyahu.
En la polémica, Israel, cuestionada en distintos sectores del mundo por
sus estrategias, no se anda con chiquitas en la marcha del proceso
democrático. En años recientes han metido en las cárceles a dos
presidentes del país. Uno por recibir prebendas y al otro por reiterados
acosos sexuales.
Netanyahu
ya ha sido acusado por varios partidos de provocar permanentemente a
los palestinos y amenazar bélicamente a sus adversarios fuera del país.
La provocación a sus vecinos se origina en que permitió el asentamiento
de colonias en la frontera con Palestina e incluso en tierra palestina,
lo que genera un peligro bélico potencial e imparable.
Su mayor sostén en el mundo es Donald Trump, junto con su
administración y familiares. Fue Trump quien propuso trasladar la
embajada de los Estados Unidos a Jerusalén, decisión que irritó —todavía
no se conocen las consecuencias— al mundo árabe. Jerusalén siempre ha
sido una ciudad compartida por distintas religiones. Fue ocupada
militarmente casi en su totalidad por el Ejército Judío en la Guerra de
los Seis Días, a mediados de los años sesenta. Pero en la ciudad que es
tierra sagrada siguen conviviendo judíos con musulmanes y católicos,
entre tantos representantes de ritos religiosos.
Otro
hecho de importancia producido en los últimos días ha sido que el
Parlamento de Israel (Knéset) rechazó una vez más un proyecto de ley de
reconocimiento del genocidio armenio. La resolución había sido
presentada el 14 de febrero por Yair Lapid, presidente de un partido
opositor al de Netanyahu. Lapid declaró ante sus pares: "No hay ninguna
razón para que este Parlamento que representa a una nación que pasó por
el Holocausto no reconozca la matanza armenia". El Gobierno de Netanyahu
se defendió en esa sesión: "No tomaremos resolución por su complejidad y
por sus repercusiones diplomáticas, y porque tiene una clara conexión
política".
En definitiva, Israel no quiere molestar a Turquía, que no reconoce el
genocidio (el tema irrita a sus autoridades) y es un socio estratégico
del país en una región plena de turbulencias, con otro hecho. Así como
hay una alianza de Israel con Estados Unidos, declarada por innumerables
funcionarios dentro y fuera de Washington, también la tiene con
Turquía. Debe recordarse que durante la Guerra Fría Turquía conservaba
cohetería atómica de corta y larga distancia dirigida contra la entonces
Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), instalada por
Estados Unidos, y se unió a todas las movidas estratégicas de ese país.
En
la Primera Guerra Mundial los turcos buscaron extirpar de raíz la vida
armenia y mataron de diferentes maneras a casi un millón y medio de sus
representantes. Los armenios eran ya un pueblo organizado, con
tradiciones, lengua, música y cultura afianzada a lo largo de los
siglos. No eran musulmanes, como sí lo eran los turcos. El Gobierno
autorizó el aniquilamiento (ya había habido otros, anteriormente)
porque, guerreando contra el Imperio ruso, Armenia, que estaba ubicada
casi en la frontera, fue acusada de pasar secretos bélicos a los rusos.
Este genocidio atroz tuvo testigos civiles diplomáticos y religiosos
que luego dieron extensos testimonios. Hoy esta matanza ha sido
reconocida por un grupo de países, sin compromisos diplomáticos, pero
eso no significa que los armenios no sigan luchando denodadamente por el
reconocimiento de esa atrocidad, una de las primeras del siglo XX. La
aceptación de la matanza colectiva estuvo a cargo de Alemania, Canadá,
Francia, ex países de la órbita socialista, Rusia, Suecia, Uruguay,
Argentina y 42 (*) de los 50 estados de los Estados Unidos.
Históricamente
es difícil entender cómo el mundo judío, que fue atravesado por el
asesinato de seis millones de víctimas, sigue sin tener en su haber la
cruenta realidad armenia (**).
Por último, el díscolo presidente de Polonia, Andrzej Duda, cuestionado
por Bruselas por sus actitudes nacionalistas y racistas, firmó una
orden que entiende que decir: "La nación polaca fue cómplice de la
víctimas de Holocausto" es un delito penado con tres años de cárceles. Y
que el uso de "campos de concentración polacos" para referirse a los
centros de exterminio que los nazis construyeron en la Polonia ocupada
durante la Segunda Guerra es un equívoco inaceptable. Estas
declaraciones repercutieron notablemente en el mundo y, por supuesto en
Israel, que nada puede hacer, salvo romper vínculos definitivos con
Varsovia.
La expresión correcta es que se trataron de centros de matanza construidos por los nazis en territorio polaco. Pero lo
que no se puede negar, y hay protagonistas vivos, es que el polaco fue
uno de los pueblos que más se volcó a apoyar la persecución de los
judíos. Hubo muchísimas excepciones. Fue Jan Karski, uno de los
héroes del Ejército de Liberación polaco contra la invasión nazi, el
que logró entrevistas en Londres y en Washington, en 1942, para alertar
sobre las condiciones de los guetos y los campos de concentración. La
rebelión del gueto de Varsovia, a cargo de jóvenes semi-adolescentes,
contó con la ayuda en armas de los polacos rebeldes contra los nazis.
Es cierto que gran cantidad de polacos entraron en la cámara de gas de
los campos de la muerte junto con judíos, soldados rusos prisioneros y
gitanos. Al mismo tiempo, fueron polacos los organizadores de pogromos
sangrientos con la anuencia de las tropas alemanas, en 1941, en el
avance hacia la conquista de Rusia; los que se apropiaron de propiedades
de judíos y nunca las han devuelto; los que mataron a quienes las
reclamaban; los mismos que ayudaron a los alemanes como kapos en los
puntos concentracionarios. En fin, un desdoblamiento en la acción.
Quiere decir que desligarse
de algunas responsabilidades como lo quiere hacer con dureza el premier
Duda es tapar una parte del pasado real y lacerante. Lo que fue, indudablemente fue y merece un repudio frontal.
"InfoBae", 16 de febrero de 2018
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(*) El 1o. de noviembre, Indiana se convirtió en el 48o. estado de los EE.UU. que reconoce el genocidio. Los dos estados que no lo han reconocido son Alabama y Mississippi ("Armeniaca").
(**) El subrayado es nuestro ("Armeniaca").
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