Elisabetta Piqué
La gran pregunta era si el Papa se iba a atrever a pronunciar la palabra prohibida: "genocidio".
Con valentía y consciente de que iba a provocar un cortocircuito con
Turquía (como sucedió), Francisco mencionó ayer ese término al
conmemorar el centenario del martirio armenio en una histórica misa en
la Basílica de San Pedro. Antes de que comenzara la celebración solemne,
Jorge Bergoglio
definió como "el primer genocidio del siglo XX" la "horrible masacre"
de hasta un millón y medio de armenios por parte de turcos otomanos
durante la Primera Guerra Mundial.
Horas después de las palabras del
Papa, el gobierno turco convocó al nuncio apostólico en Ankara para
expresar formalmente su "contrariedad" y, en señal de protesta, mandó a
llamar a su embajador ante la Santa Sede. El primer ministro turco,
Ahmet Davutoglu, dijo que las afirmaciones del Papa eran
"inapropiadas".
"La interpretación de estos eventos tan dolorosos
de forma parcial es inapropiada para un papa y para la autoridad que
representa", dijo Davutoglu en declaraciones a un canal de televisión.
El jefe de la diplomacia turca, Mevlut Cavusoglu, agregó, en tanto, que
las declaraciones del Papa "están alejadas de la realidad histórica y
legal".
Francisco es el primer papa en denunciar verbalmente que
lo del pueblo armenio fue un "genocidio". En su mensaje de ayer, citó
una declaración común que firmaron Juan Pablo II y el líder de la
Iglesia armenia, Karekin II, el 27 de septiembre de 2001 en Etchmiadzin,
el "Vaticano" de los armenios ortodoxos
Antes de comenzar la
celebración de ayer, el Papa dijo: "Queridos fieles armenios, hoy
recordamos, con el corazón traspasado de dolor, pero lleno de esperanza
en el Señor Resucitado, el centenario de aquel trágico hecho, de aquel
exterminio terrible y sin sentido que vuestros antepasados padecieron
cruelmente".
"Es necesario recordarlos, es más, es obligado
recordarlos, porque donde se pierde la memoria quiere decir que el mal
mantiene aún la herida abierta. Esconder o negar el mal es como dejar
que una herida siga sangrando sin curarla", agregó.
En la Basílica
de San Pedro lo escuchaban entonces, en silencio, el presidente de
Armenia, Serzh Sargsyan; Karekin II, supremo patriarca y catholicos de
todos los armenios; Aram I, catholicos de Cilicia; Nerses Bedros XIX,
patriarca de Cilicia de los Armenios Católicos, y demás autoridades.
También hubo delegaciones de armenios llegados de todo el mundo, entre
ellas una muy numerosa de la Argentina, con más 200 personas. Todos llevaban bufandas y broches con el símbolo del centenario
del genocidio armenio.
Francisco, que cuando era arzobispo de
Buenos Aires fue muy amigo de la comunidad armenio-argentina y habló
tres veces de "genocidio" armenio en su libro Sobre el Cielo y la Tierra,
escrito junto al rabino Abraham Skorka, comenzó su mensaje hablando del
presente. Volvió a decir, de hecho, que hoy vivimos "un tiempo de
guerra, una tercera guerra mundial en pedazos".
"Lamentablemente
aún hoy oímos el grito sofocado de muchos hermanos y hermanas inertes,
que a causa de su fe en Cristo o de su pertenencia étnica son
públicamente y atrozmente matados -decapitados, crucificados, quemados
vivos-, u obligados a abandonar su tierra", dijo, en alusión a las
terribles matanzas padecidas actualmente por cristianos en diversas
partes del mundo. "También hoy estamos viviendo una suerte de genocidio
causado por la indiferencia general y colectiva, por el silencio
cómplice de Caín", agregó. Francisco recordó luego que la humanidad
vivió en el siglo pasado "tres grandes tragedias inauditas".
"La
primera, la que generalmente es considerada como el primer genocidio del
siglo XX, golpeó a vuestro pueblo armenio, primera nación cristiana,
junto a sirios católicos y ortodoxos, asirios, caldeos y griegos",
afirmó. "Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres,
hombres, ancianos y hasta niños y enfermos indefensos", indicó. Mencionó
después las otras dos grandes tragedias "perpetradas por el nazismo y
por el estalinismo", y "más recientemente los otros exterminios de masa,
como los de Camboya, Ruanda, Burundi, Bosnia".
"Parece que la
humanidad no logra dejar de derramar sangre inocente. Parece que el
entusiasmo surgido al final de la Segunda Guerra Mundial está
desapareciendo. Parece que la familia humana se niega a aprender de los
propios errores causados por la ley del terror. No hemos aprendido que
la guerra es una locura", clamó.
En la misa solemne que concelebró
luego con representantes de la Iglesia Católica armenia -en la que
proclamó doctor de la Iglesia a San Gregorio de Narek, un místico
armenio del siglo X-, el Evangelio fue leído en armenio, niños vestidos
en trajes típicos llevaron las ofrendas y hubo música y coros
tradicionales de esa tierra.
En su sermón, el Papa volvió a hablar
del mal. "Ante los trágicos acontecimientos de la historia humana, nos
sentimos a veces abatidos y nos preguntamos: «¿Por qué?». La maldad
humana puede abrir en el mundo abismos, grandes vacíos: vacíos de amor,
vacíos de bien, vacíos de vida. Y nos preguntamos: «¿Cómo podemos salvar
estos abismos?». Para nosotros es imposible", dijo.
Y ofreció la
respuesta: "Sólo Dios puede colmar estos vacíos que el mal abre en
nuestro corazón y en nuestra historia. Es Jesús, que se hizo hombre y
murió en la cruz, quien llena el abismo del pecado con el abismo de su
misericordia". Al término de la celebración, el Papa entregó un mensaje
por el centenario del genocidio.
Al margen de asegurar su cercanía
en la ceremonia de conmemoración que tendrá lugar en Armenia el 24 de
abril próximo, llamó al "camino de reconciliación entre el pueblo
armenio y el turco" y para que haya paz también en el Nagorno Karabagh,
república independiente en disputa entre Armenia y Azerbaiján.
"La Nación", 13 de abril de 2015
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