En un extenso artículo publicado en el número de invierno de 2013 de la revista mexicana de Historia Internacional Istor, Carlos Antaramián, professor del Colegio de Michoacán, revela en detalle las maniobras
del lobby azerbaiyano en México.
“¿Por
qué México, si no ha reconocido ningún otro genocidio en
pronunciamientos parlamentarios (salvo el Holocausto) lo hace con
Jodyalí, un debatido asunto?”, se pregunta el académico al comienzo de
su texto. Las cámaras del Congreso mexicano aprobaron sendas declaraciones relativas a Jodyalí, el episodio de la guerra de Karabagh a principios de 1993 donde 166 aldeanos azeríes fueron liquidados en lo que, según la evidencia disponible, fue una trampa urdida por las fuerzas de su propia nación, tras varias advertencias de las fuerzas armenias de autodefensa con respecto a la evacuación de la zona, próxima a Stepanakert, desde donde se bombardeaba a la población civil de la capital de Karabagh con misiles Grad.
“Después de la emisión a finales de 2011 de estos puntos de
acuerdo, al año siguiente se inauguraron en la ciudad de México dos
plazas rehabilitadas por el gobierno azerí: la primera, llamada Parque
de la Amistad México-Azerbaidján, tenía, antes de ser removida y puesta
en un depósito el 26 de enero de 2013, una enorme estatua del líder
Heydar Aliev, padre del actual presidente de Azerbaidján, y la segunda,
Plaza Tlaxcoaque-Jodyalí, tiene un monumento de una mujer levantando los
brazos y en cuya base se lee Jodyalí-Genocidio.
Ante el retiro
del monumento del tirano Aliev, la respuesta azerí no se hizo esperar: amenazó con dejar sin efectos inversiones anunciadas por varios cientos
de millones de dólares, vieja costumbre que tanto Turquía como
Azerbaidján utilizan como incentivo para imponer sus políticas
negacionistas.
Tanto los puntos de acuerdo como las plazas
responden a un efectivo cabildeo [lobby] por parte del embajador azerí Ilgar
Mukhtarov”, explica Antaramián, licenciado en Relaciones Internacionales y doctor en Antropología Social. En su verborragia estratégica, Mukhtarov había declarado que “hasta ahora, los países
latinoamericanos eran campo libre para los armenios, ya que Azerbaidján
no estaba representado en la región”.
El documento señala que
“una de las piezas del cabildeo político del embajador Mukhtarov
han sido las conferencias que se organizaron en diversas universidades
de México para presentar la versión azerí sobre Jodyalí”. El autor explica con lujo de detalles las distorsiones de la historia presentadas por Azerbaiyán: “Es
bien sabido que la historia es en ocasiones manipulada y reescrita para
utilizarla como una herramienta poderosa de lucha territorial,
apropiación e incluso negación de la cultura y la identidad de otros
grupos”. Al mismo tiempo, recuerda que “el gobierno de ese
país considera como traidor a cualquier azerí que ose desafiar la
versión oficial de la historia de Azerbaidján”.
Antaramian, autor de un libro sobre la comunidad armenio-mexicana, rememora la visita a México del ministro armenio de Relaciones
Exteriores, Eduard Nalbandian, quien señaló que “los puntos de
acuerdo que las Cámaras de México han emitido contienen distorsiones de
los hechos del conflicto en Nagorno Karabagh”. El autor del estudio agrega que “son documentos
redactados usando exclusivamente la posición de la Embajada de
Azerbaidján en México, obras del cabildeo del embajador Ilgar Mukhtarov.
Éste, en su calidad de embajador itinerante en Latinoamérica, también
ha llevado el mismo documento para que sea ratificado por otros
congresos en América Latina” y pone como
ejemplo el caso de Colombia, donde el Senado hizo un pronunciamiento
“condenando la 'ocupación' por parte de Armenia y nombrando a lo
sucedido en Jodyalí como genocidio”.
Este artículo singular denuncia a los diversos
actores politicos mexicanos que promovieron el pronunciamiento sobre
Jodyalí y permitieron la construcción de las estatuas de Heydar Aliyev
y del “genocidio de Jodyalí”, a la vez que recorre paso por paso los caminos transitados por la diplomacia
de Azerbaiyán para reescribir su propia historia. A su vez, en silencio, nos obliga a preguntarnos sobre la pasividad que permitió que el dinero azerbaiyano comprara los votos mexicanos para sus mezquinos intereses.
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