17.9.10

¿En extinción? Escuelas armenias en la Diáspora

Nací en una tierra árida, en un país donde las escuelas armenias son tan escasas como la nieve. En consecuencia, mi madre me enseñó en casa con libros de texto que había traído con ella desde Beirut.
Esas lecciones no eran precisamente mi manera favorita de pasar el tiempo durante el fin de semana porque interferían con mis juegos. Sin embargo, por más que a mis siete años no me gustaba abandonar temporalmente mi diversión, recuerdo el entusiasmo de mi madre mientras me enseñaba a leer y pronunciar en armenio. Con excitación en la voz, me decía que pronto, “cuando nos mudemos a Canadá, allí puedes ir a la escuela armenia”. Ahora entiendo que para ella las escuelas armenias en cualquier parte del mundo no eran una cosa natural.
Como muchas familias armenias, emigramos otra vez. Avance rápido a Montreal, donde una escuela armenia de tiempo completo se convirtió en parte de mi rutina diaria. Como cualquier transición, fue dificultosa al principio. El segundo grado en el que ingresé ya estaba bastante avanzado en el idioma. Con la ayuda de una dedicada maestra, gradualmente me puse a nivel. En el proceso, pronto me di cuenta que las clases de mi madre, que alguna vez había temido, habían sido invalorables.
Aunque el programa armenio era exigente, me di cuenta de otra cosa después de graduarme: la escuela armenia me había expuesto a joyas literarias, géneros y pensamiento analítico, hechos históricos, reliquias culturales y complejidades de una oscura lengua indoeuropea que yo no podía haber desenterrado por cuenta propia. En retrospectiva, mi exposición más interesante al conocimiento armenio fue en el nivel de la escuela secundaria.
Cuando visité Armenia, nuestra patria, por primera vez, sentí como que mi aprecio por la riqueza cultural e histórica del país fue acentuada por el conocimiento que había sido transmitido con el correr de los años en la escuela armenia.
No fue perfecto y algunos días, especialmente hacia el final, se sentía como sofocante. No obstante, tengo muchas buenas memorias de haber asistido a una escuela primaria y secundaria armenia, donde reinaba una atmósfera como en casa. Hasta hoy, algunos de mis amigos más cercanos son de la escuela armenia.
Desafortunadamente, los graduados están dominados por una sensación de apatía expandida, materializada en nuestra incapacidad para movilizar y crear una asociación de egresados activa.
¿Esta indiferencia conducirá eventalmente al cierre de escuelas? Potencialmente, pero no será el único factor. En agosto pasado se informó que lo que queda de la escuela “Kalustián” en el Cairo se va a fusionar con otra institución académica armenia, la escuela “Nubarián”. La escuela “Kalustián” se fundó en 1854 y ha tenido hasta 800 alumnos. La actual población escolar de 45 no puede sostener la escuela.
Las razones radican en el número decreciente de armenios que viven en Egipto como resultado de recientes olas de emigración, familias que optan por escuelas no armenios, una comunidad armenia que ahora es predominantemente hablante de árabe y un aumento en el número de matrimonios mixtos. En un sentido, estas realidad están vinculadas con la dispersión en la Diáspora, pero como he argumentado en columnas previas, ellas no siempre tienen efectos detrimentales. Son parte del dinamismo y regeneración de una diáspora.
La fusión de las escuelas en El Cairo puede ser una manera de salvaguardar ambas instituciones, aunque es innegable que una institución académica floreciente en el pasado está esencialmente difunta hoy. El Instituto Educacional Melkonián de Chipre sufrió un destino similar y cerró sus puertas en 2005. Por el otro lado, el Colegio Armenio y Academia Filantrópica en Calcuta (India) experimentó lo contrario: después de una época difícil, fue revivido en 1999 cuando la administración de la escuela se transfirió a la Santa Sede de Echmiadzín.
Una amiga mía recientemente se lamentó por la suerte de la escuela “Kalustián” en Egipto. Ella insistió en que deberíamos enfocarnos en la repoblación de Armenia y el mejoramiento del país, es decir, las escuelas de allá, dado que el futuro de la Diáspora luce poco promisorio. Los números en Egipto son elocuentes. Esta comunidad que otrora floreció en Africa solía tener entre 50.000 y 60.000 armenios. Hoy, la comunidad cuenta con 3.000.
La indiferencia y la asimilación pueden ser algunas de las causas detrás del cierre de escuelas en la Diáspora, pero los patrones migratorios son también un factor importante. La población puede estar mudándose de Egipto, pero las poblaciones armenias también se están mudando a otras ciudades, es decir, en Norteamérica. Repoblación y “retorno” a Armenia es una idea apasionada con complejidades a la que no me voy a referir aquí. En realidad, sin embargo, la emigración de Armenia está en una tasa alta, mientras que el número de diaspórico que se repatria a Armenia permanece bajo.
Nuestro destino está en nuestras manos. Tenemos obligaciones para cumplir hacia Armenia y la Diáspora. No podemos dejar de lado una por el bien de la otra, porque ambas coexisten. Además, debemos respetar el esfuerzo, tiempo y fe que se han empleado en el establecimiento de escuelas armenias en la Diáspora, en ciudades como Sydney, Boston, Los Angeles, Beirut, Marsella, y en el enclave armeno-sirio de Kesab, para nombrar sólo algunas.
No obstante, es esencial que estas instituciones se adapten a las exigencias y los programas actuales, dependiendo de dónde están ubicadas, con el fin de permitir que las próximas generaciones mantengan las escuelas en Armenia y en la Diáspora. El cierre de “Kalustián” no es solamente la pérdida de la comunidad de El Cairo, sino de Armenia y de la Diáspora en su conjunto. Después de todo, esta longeva institución ha preparado legiones de estusiantes que no sólo se convirtieron en figuras, intelectuales y líderes centrales de la Diáspora, sino que están contribuyendo hoy al desarrollo de Armenia.
Después de muchos “darse cuenta” — desde mi educación hogareña en armenio, graduación de un colegio armenio, visita de Armenia por primera vez y visitas a otras escuelas armenias alrededor del mundo —, todavía soy un producto orgulloso de mi escuela armenia de Montreal.
Las escuelas armenias alimentan y desarrollan nuestros vínculos y nuestras lealtades a Armenia, aunque debe priorizarse también más y más diálogo con el mundo que nos rodea. No podemos darnos de lujo de considerar estas instituciones académicas como algo natural.

Lalai Manjikián
“The Armenian Weekly”
Traducción de Vartán Matiossián

1 comment:

  1. Nairy Matiossian HagopianOctober 12, 2010 at 2:50 PM

    Es increíble que aunque no vivamos en una tierra desértica todavía tengamos que seguir enseñándoles a nuestros hijos de la misma manera, en casa. De la misma forma en que nuestra madre te enseñaba cuando tenías 7 u 8 años, aunque había dos escuelas armenias a lo que hoy se consideraría una distancia risible. Las cosas no cambian tanto como lo creemos…

    ReplyDelete