Avedís Hadjián
"¿Quién eres? Esto es Turquía. ¿Sabes qué es Turquía?" me preguntó el
hombre, con un miedo en los ojos magnificado por sus gruesos lentes. Era
de la poco conocida comunidad gitana armenia, en el distrito de
Kurtulus, en Estambul. Estábamos en una confitería donde suelen reunirse
gitanos armenios, a quienes trataba de entrevistar.
Y tenía razón. No sabía yo qué era Turquía. Pero Turquía, e incluso muchos armenios, tampoco sabían quién era él.
En Turquía, hay una minoría misteriosa conocida por el
nombre de "armenios secretos". Se han estado ocultando a plena vista de
todos por casi un siglo. En apariencia, son turcos o kurdos, pero los
armenios secretos son descendientes de los sobrevivientes del genocidio
de 1915, quienes permanecieron en Anatolia oriental tras convertirse por
la fuerza al islam. Algunos ahora son musulmanes devotos, otros son
alevíes -generalmente considerada una rama del islam chiíta, aunque para
algunos esa descripción es inexacta- y unos pocos mantienen la fe
cristiana, especialmente en la zona de Sasún, donde aún hay aldeas en
las montañas con poblaciones armenias secretas. Aun cuando los armenios
gitanos, o poshás , no se ajustan exactamente a la calificación
de armenios secretos, comparten muchas características con aquéllos,
entre otras, la renuencia -o el temor- a revelar su identidad, incluso a
otros armenios.
Nadie sabe si los armenios secretos se cuentan por
miles o por millones. En su mayor parte, temen darse a conocer. "Turquía
es aún un lugar peligroso para los armenios", me dijo una armenia
secreta de Palú.
Los armenios secretos no se mezclan con los otros
armenios "declarados", de la comunidad activa, pero menguante, de
Estambul. La mayoría no habla con extraños. Romper tabúes en Turquía
puede costar la vida. Después de todo, recuerdan lo que le ocurrió a
Hrant Dink. Dink, periodista armenio-turco, fue asesinado en Estambul en
2007 por un joven, enfurecido por su pluma implacable sobre asuntos
controvertidos, desde el genocidio armenio hasta el fundador de la
Turquía moderna, Kemal Atatürk.
No es fácil definir quién es armenio secreto. Algunos
se rehúsan a ser llamados armenios, aun cuando admiten que sus padres o
abuelos lo eran, pero a veces, con frecuencia contra su propia voluntad,
aún son considerados armenios por otros turcos o kurdos, suspicaces
sobre su conversión. Algunos son conocidos por sus vecinos como armenios
y no lo esconden, en tanto otros se lo ocultan a sus propios hijos,
algunos de los cuales lo descubren luego por otros niños, que se burlan
de ellos por armenios.
Rafael Altinci, el último armenio de Amasya, fue criado
en la fe cristiana y durante un año estudió en la escuela secundaria
armenia Surp Haç, de Üsküdar, Estambul, donde Hrant Dink también era
alumno entonces. Para todos fines prácticos, empero, Altinci es musulmán
y está casado con una mujer turca, con quien ha tenido una hija criada
como turca. Aun así, él se considera armenio.
En las montañas de Mush, Jazo Uzal es el último armenio
en la aldea armenia de Nich, a cuatro horas de arduo recorrido en auto
desde Bitlis. Uzal es cristiano practicante y pasa los inviernos en
Estambul, pero en la aldea observa las festividades musulmanas, incluso
el Ramadán.
Por su parte, Mehmet Arkan, abogado en Diyarbakir, no
sabía que su familia era armenia hasta que se trabó en pelea con un niño
kurdo cuando tenía 7 años y volvió llorando a casa, diciendo que había
sido llamado "armenio". Su padre le dijo que, en realidad, eran
armenios, pero no podía decirlo fuera de casa.
"Hace diez años no lo admitíamos, pero ahora ya no es
peligroso en Diyarbakir", dijo en una entrevista, mientras el gobierno
local exalta su pasado armenio, con la reciente restauración de la
iglesia Surp Giragos y el establecimiento de un curso de armenio para
principiantes. Arkan no se siente menos armenio por ser musulmán sunita
practicante.
Preservar la identidad
En algunos casos, la identidad armenia secreta
sobrevivió por transmutaciones inesperadas. En las masacres de 1915, la
mayoría de los sobrevivientes del clan de los Oggasian, de la aldea de
Bagin cerca de Palú, se estableció en Rhode Island, Estados Unidos. Uno
de los niños de la familia, Kirkor, que entonces tenía entre 10 ó 12
años, quedó en la aldea, probablemente secuestrado por un caudillo kurdo
local, quien lo adoptó como ayudante en sus tierras y las que se
apropió de los armenios exterminados. Este caudillo kurdo casó a Kirkor
con otra huérfana armenia de las masacres, Zerman, a muy temprana edad.
Ambos se establecieron en la cercana aldea de Argat, se convirtieron al
islam, adoptaron nombres turcos y sus descendientes son musulmanes que
se someten con devoción a los cinco pilares de la fe, desde la
peregrinación a la Meca hasta los rigores de los ayunos del Ramadán.
Y sin embargo, una costumbre propagada entre algunos
musulmanes de casarse entre primos y que el clan adoptó tras
islamizarse, contribuyó, por curiosa derivación, que se preservaran la
identidad y memoria armenias. Si bien ha habido matrimonios con algunas
mujeres kurdas zazas , la gran mayoría de los descendientes de
Kirkor y Zerman Oggasian se han casado con otros primos armenios, lo que
también ha permitido al prolífico clan -no es inusual en esta parte de
Turquía que cada familia tenga entre 8 y 12 hijos- ampliar su acervo
patrimonial y la propiedad de tierras. La familia conserva la
transcripción de una sura del Corán en árabe y escrita en armenio por
Kirkor cuando se convirtió al islam. También guardan la última carta que
recibieron en armenio de un primo en Providence, Rhode Island, en 1964.
Y por la poderosa tradición oral en esta parte del mundo, recuerdan
quiénes son y de quiénes descienden.
Los mayores entre ellos recuerdan que la abuela Zerman
hasta sus últimos días solía sumirse en silencio y llorar, murmurando
entre dientes "vahsi zazalar" ("zazas salvajes"), al recordar las
masacres que presenció en su niñez. Uno de los bisnietos de Kirkor y
Zerman es imán en la Gran Mezquita de Harput. Al elaborar el árbol
genealógico de la familia, descubrimos que su primo lejano, de la rama
que escapó a Estados Unidos en el genocidio, es el arzobispo Oshagan
Choloyan, de la prelatura de la Iglesia Armenia en Nueva York.
En las montañas de Sasún, una legendaria ciudad armenia
ahora en el sudeste de Turquía, aún quedan aldeas con poblaciones de
armenios secretos. Durante una peregrinación el verano pasado a un
santuario armenio en la cima del Monte Maruta, una niña de 6 o 7 años
cargaba sobre el hombro una bolsa grande de tela blanca, que al darse
vuelta reveló sobre el otro lado una cruz armenia bordada a casi todo el
largo. Al acercársele un extraño para fotografiarla, la niña se asustó y
dio vuelta la bolsa al lado blanco para ocultar la cruz. Al
preguntársele a la madre si eran armenios, la mujer, con la cabeza
cubierta con un pañuelo al estilo musulmán, solamente dijo, "Somos
musulmanes".
Otro peregrino, Efrim Bak, armenio de Sasún ahora
residente en Estambul, dijo que la aldea donde nació hace más de medio
siglo, Arkint, era mayoritariamente armenia hasta fines de los años
ochenta. Hasta entonces, los armenios de la localidad montaban guardia
armada para evitar ataques por parte de kurdos de aldeas vecinas para
saquear y secuestrar mujeres. No eran inusuales las batallas con armas
de fuego entre armenios y kurdos hasta fines de la década del 60.
En 1915, de los 47 armenios que vivían en Arkint,
sobrevivieron nueve, entre ellos Kevo Demirci, quien se salvó en virtud
de su oficio: si lo mataban, el pueblo se quedaba sin su único herrero.
Desde 1920 hasta que murió en 1948, Kevo se dedicó a buscar huérfanos
armenios, entre ellos algunos convertidos al islam, y los traía al
pueblo, donde los casaba entre sí. Para 1965, había en Arkint 250
armenios cristianos, 100 armenios conversos y 50 kurdos. Sin embargo,
hacia fines de la década de 1980, en gran medida debido al renovado
hostigamiento de kurdos -muchos de éstos descendientes de madres o
abuelas armenias-, los armenios del lugar decidieron vender sus
propiedades y mudarse a Estambul, y de allí a otras partes.
La provincia de Tünceli, más conocida por su antiguo
nombre de Dersim, probablemente tiene la mayor concentración de armenios
secretos. Uno de ellos, Miran Pirgiç Gültekin, decidió darse a conocer
el año pasado, cuando apeló a la justicia turca para adoptar un nombre
armenio, cambiar su religión de la musulmana a la cristiana, y formó la
Unión de los Armenios de Dersim. Según Gültekin, tres cuartos de la
población rural de la singular provincia -la de menor densidad
demográfica de Turquía, una de las de mayores índices educativos, la
única con mayoría aleví y una población total de apenas 77.000
habitantes- son armenios secretos. La mayoría de éstos aún se niega a
revelar su verdadera identidad por temor y le recriminan a Gültekin su
iniciativa.
Una joven universitaria oriunda de Dersim, quien se
enteró de que era armenia a los 15 años, dice que en su provincia natal
no le importa ser conocida como armenia por sus amistades y vecinos,
pero en la ciudad donde estudia actualmente, en el oeste de Turquía,
"temería por mi vida si supieran que soy armenia".
El asunto de los armenios secretos obsesionaba al
periodista Hrant Dink, quien decía que hay alrededor de dos millones de
ellos en Turquía. Y, en cierto modo, Dersim y los armenios secretos
están conectados con el asesinato de Dink.
En un artículo publicado en su diario Agos, Dink dijo
que Sabiha Gökçen, la primera aviadora de combate en Turquía y en el
mundo, e hija adoptiva de Atatürk, era una huérfana armenia del
genocidio de 1915, Khatun Sebilciyan. Así, era una armenia secreta.
Gökçen es considerada una heroína turca, en no menor medida por su papel
en la supresión de la rebelión de Dersim en 1938, con incursiones
aéreas.
Dink fue asesinado en el periodo posterior de furia que
siguió al artículo sobre el presunto origen armenio de Gökçen y la
trágica ironía de una huérfana del genocidio armenio que, bajo la
identidad turca, participó en una masacre de kurdos, apenas dos décadas
después del genocidio, y una tragedia individual que resume las
tragedias colectivas, cuya memoria silenciada desde hace un siglo no da
tregua.
"La Nación", 10 de febrero de 2013
"La Nación", 10 de febrero de 2013
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