Me da mucho coraje cada vez que paso, un par de veces al día, por la
esquina de Reforma y Tolstoi. Ahí, en medio del Bosque de Chapultepec,
sobre una de las avenidas más preciosas del mundo, hay una estatua
espantosa de un dictador. Sentado en una silla enorme, mirando hacia la
grotesca Estela de la Luz, se encuentra Heydar Aliyev,
fundador de la República de Azerbaiyán cuyas credenciales políticas son
las de un autócrata. Atrás de él hay una inmensa placa de mármol, que
semeja un mapa del país en cuestión, y que en las noches se ilumina de
distintos colores. Se trata, en suma, de un monumento de un tirano, de
horripilante diseño soviético, en una de las esquinas más bonitas de la
capital.
Me da coraje, primero, que las autoridades capitalinas hayan aceptado
poner una estatua de un dictador. Me da coraje que lo hayan hecho
porque Azerbaiyán “donó” una buena cantidad de millones de pesos para
hacer este proyecto y “rescatar” la Plaza de Tlaxcoaque en el centro. Me
da coraje que el gobierno de [Marcelo] Ebrard (1) haya engañado al
Consejo Rector del Bosque de Chapultepec, conformado por ciudadanos
distinguidos, para construir un bodrio. Me da coraje lo espantoso que
quedó esa esquina. Me da coraje el enorme tamaño de Aliyev
sonriendo, como burlándose de los tontos mexicanos. Me da coraje que un
personaje de esa calaña tenga una estatua más conspicua, en un mejor
lugar, que dos políticos a los que admiro muchísimo y tienen una
presencia más escondida en el Bosque de Chapultepec: Churchill y Gandhi.
¿Cómo es posible que Ebrard y su
secretaria de Medio Ambiente, Martha Delgado, hayan aceptado vender así
una de las mejores esquinas del Bosque de Chapultepec?
Fue a través de Guillermo Osorno como me enteré de
esta historia antes de que develaran la estatua del dictador de una de
las repúblicas de la ex Unión Soviética. El cuatro de septiembre, el
editorialista de El Universal reveló el perfil de Heydar Aliyev:
“Dirigió la oficina de la policía secreta soviética (KGB) durante los
años de la dominación rusa sobre la república de Azerbaiyán. Fue
secretario general del Partido Comunista, pero se opuso a las reformas
modernizadoras de Mijaíl Gorbachov, y por eso fue
removido. Ascendió al poder después de que una rebelión depuso al
presidente en turno. Su gobierno fue autoritario. Murió en 2003 y heredó
el poder a su hijo”.
Osorno citó el obituario de Aliyev en The New York Times:
“Al mismo tiempo que brindó estabilidad a Azerbaiyán, la vida política
del país siguió siendo turbulenta, con frecuentes intentos de asesinato y
golpes de Estado en su contra e igualmente frecuentes quejas de sus
oponentes por sus prácticas electorales, abusos a los derechos humanos y
mordazas a la prensa”.
A Aliyev, según cuenta Osorno, le
gustaba “el culto a la personalidad. Su retrato decoraba ciudades y
pueblos azerbaiyanos. Los trabajadores eran acarreados en masa a
concentraciones en su honor. Una estrella y una montaña llevan su
nombre. Se construyeron tres museos para recordar sus hazañas”. No le
bastó, al parecer, tanta conmemoración dentro de las fronteras de su
país. Ahora está en una de las mejores esquinas de la Ciudad de México a
miles de kilómetros de Bakú.
Unos días después de este primer
artículo, Osorno volvió al tema. Había descubierto más información
escandalosa. Resulta que este proyecto lo aceptó el gobierno de Ebrard
porque los diplomáticos azerbaiyanos “donaron 65 millones de pesos para
recuperar la plaza Tlaxcoaque” aparte de todo el dinero que invirtieron
en el jardín donde se encuentra la horrorosa estatua de Aliyev.
En Tlaxcoaque ahora hay un monumento “que conmemora una masacre de
nacionales azerbaiyanos en la ciudad de Jodyalí, a manos de soldados
armenios […] Un pedestal de granito sostiene una figura de mujer con los
brazos en alto. La placa que lo acompaña parecía redactada por
Ponchito”.
Ayer me dio mucho gusto escuchar a
Carmen Aristegui tratando el tema de la estatua del dictador Aliyev en
su noticiero. Celebro que haya más comunicadores que le den cobertura a
este grave error de la administración de Ebrard.
Ojalá que la visibilidad mediática sirva para que un día los mexicanos
podamos recuperar ese espacio y poner una estatua de un personaje
internacional con buenas credenciales democráticas; alguien como Václav
Havel o Nelson Mandela, por ejemplo.
|
Aliyev el asesino !!! en Mexico todo es posible debido a la gran ignorancia de sus gobernantes... la estatua monumental del tambien genocida turco Mustafa Kemal 'ataturk' tambien surge como aberrante aparicion, en la otrora hermosa avenida de "La Reforma"; su nuevo nombre deberia ser "Paseo de los infames". Proximamente surgiran otras esculturas a la inolvidable memoria de Hitler, Saddam, Kadafi...???
ReplyDelete