Hace unos 12 o 13 años, cuando informaba desde Israel al semanario “Forward” de Nueva York, escribí un artículo sobre Kemal Ataturk, el fundador de la Turquía secular moderna, que envié al periódico con cierta ansiedad(1).
En él presentaba evidencia sobre la posibilidad de que Ataturk hubiera tenido un padre judío, más precisamente un “dönmé”.
Los “dönmé” eran un secta judía herética formada, después de la conversión al Islam en el siglo XVII de Sabbetai Zevi, el falso mesías turco-judío, por aquéllos de sus seguidores que continuaron creyendo en él.
Conduciéndose externamente como musulmanes en imitación suya, vivieron secretamente como judíos y continuaron existieron como un grupo distinto, aunque entre las sombras, hasta bien entrado el siglo XX.
En las numerosas biografías de Ataturk hay tres o cuatro diferentes versiones de los antecedentes de su padre, y aunque ninguna lo identifica como judío, su misma multiplicidad sugiere que aquél estaba cubriendo sus orígenes familiares.
Esta evidencia, aunque limitada, era fascinante. Su punto más fuerte era un capítulo en una autobiografía olvidada hace mucho del periodista hebreo Itamar Ben-Avi, quien describió en su libro un encuentro casual en una noche lluviosa de fines del invierno de 1911 con un joven capitán turco en el bar de un hotel de Jerusalén(2).
Embriagado por el exceso de aguardiente, el capitán confió a Ben-Avi que era judío y recitó las palabras hebreas iniciales de la oración “Shema Yisra'el” o "Escucha, oh Israel", que cualquier judío o “dönmé” --pero ningún turco musulmán-- hubiera sabido. Diez años después, escribió Ben-Avi, al abrir un diario, vio un titular sobre un golpe militar en Turquía y en una fotografía reconoció al líder en el joven oficial que había encontrado aquella noche.
Por aquel entonces, la oposición política islámica al secularismo de tipo Ataturk estaba ganando fuerza en Turquía. ¿Qué sucedería, me pregunté, cuando un semanario judío en Nueva York diera la noticia de que el reverenciado fundador de la Turquía moderna era mitad judío? Me figuré motines, estatuas de Ataturk derribadas, el estado secular que había creado bamboleándose con ellas.
Pude haberme ahorrado la ansiedad. El artículo fue publicado en “Forward”, difícilmente hubo alguna reacción y la vida en Turquía continuó como antes. Por lo que yo sé, ni un solo turco leyó lo que había escrito. Pero hace unos meses, recibí un correo electrónico de alguien que lo había hecho. No mencionaré su nombre. Vive en un país europeo, tiene buena educación, trabaja en el sector financiero, es un acérrimo kemalista secular y me escribía para decirme que se había cruzado con mi artículo en “Forward” y había decidido hacer algunas pesquisas históricas al respecto.
Una cosa que había descubierto, escribió, es que Ataturk había realmente viajado a fines del invierno de 1911 a Egipto desde Damasco en su camino a unirse con las fuerzas turcas que peleaban contra un ejército italiano en Libia, una ruta que lo hubiera llevado a través de Jerusalén justamente cuando Ben-Avi afirmó haberse encontrado con él.
Más aún: en 1911 era realmente un capitán y su afición por el alcohol, que Ben-Avi no podía haber sabido cuando escribió su autobiografía, está bien documentada.
Y aquí hay algo más que mi corresponsal turco por e-mail descubrió: Ataturk, quien nació y se crió en Salónica, una ciudad profundamente judía en su tiempo que tenía una gran población “dönmé”, concurrió a una escuela primaria conocida como “Escuela Semsi Effendi”, dirigida por un líder religioso de la comunidad “dönmé” llamado Simón Zvi. El e-mail concluía con la oración: “Ahora sé, y no tengo un ápice de duda, que la familia del padre de Ataturk era realmente de origen judío”.
Yo no tengo un ápice de duda tampoco. Esta vez, sólo tengo menos ansiedad, no solamente porque ya no sufro de delirios de grandeza con respecto a los posibles efectos de mis columnas, sino porque no hay necesidad de temer que el edificio secular de la Turquía kemalista se derrumbe.
Cayó definitivamente en las elecciones turcas hace dos días cuando el partido islámico Justicia y Desarrollo volvió al poder con una victoria tan abrumadora sobre sus rivales que parece seguro decir que la Turquía secular, al menos como Ataturk la previó, es una cosa del pasado.
En realidad, el judaísmo de Ataturk, que buscó ocultar sistemáticamente, explica mucho sobre él; sobre todo, su fiera hostilidad hacia el Islam, la religión en la cual casi todos los turcos de su tiempo habían sido criados, y su voluntad de hierro de crear un nacionalismo turco estrictamente secular del que el componente islámico sería prohibido.
Pero, ¿quién sino un miembro de una minoría religiosa querría eliminar tan fervientemente la religión de la identidad de una mayoría musulmana que, después del genocidio de los armenios cristianos de Turquía en la Primera Guerra Mundial y la expulsión de casi todos sus cristianos griegos a principios de la década de 1920, constituía el 99% de la población turca? El mismo motivo hizo que intelectuales cristianos fueran los primeros en levantar el estandarte del nacionalismo secular árabe en el mundo árabe.
Ataturk no parece haberse avergonzado nunca de sus antecedentes judíos. Los ocultó porque hubiera sido un suicidio político no hacer lo contrario y el estado turco secular que fue su legado también lo hizo, y con él, su diario personal, que nunca fue publicado y que durante todos estos años ha permanecido un secreto de Estado para todo los fines y propósitos. No hay necesidad de seguirlo ocultando. La contrarrevolución islámica ha ganado en Turquía aun sin que haya sido sacado a la luz.
Hillel Halkin
“The New York Sun”, 24 de julio de 2007
(1) Hillel Halkin, “When Kemal Ataturk Recited Shema Israel: ‘It’s My Secret Prayer, Too’, He Confessed”, Forward, 28 de enero de 1994 (véase el texto en www.forward.com).
(2) Cf. Narciso Binayán Carmona, Entre el pasado y el futuro: los armenios en la Argentina, Buenos Aires, 1996, p. 32-33 y nota 16 en p. 48, con referencias.Traducción y notas de Vartán Matiossián
"Sardarabad" (Buenos Aires), 2007
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