Hace un año la Diputada Magdalena del Socorro Núñez Monreal (PT)
organizó una jornada en la Cámara de Diputados dedicada al análisis de
la Desaparición forzada y el Genocidio. En dicha jornada participó el
Embajador azerí Ilgar Mukhtarov exponiendo el caso de Jodyalí –ocurrido
el 26 de febrero de 1992-, presentando su visión histórica sobre este
acontecimiento patrocinada por el gobierno del Presidente Aliyev, el
hijo del dictador de Azerbaiyán Heydar Aliyev, famoso en México por la
polémica de su estatua en Paseo de la Reforma.
Jodyalí no puede considerarse un genocidio, ni tampoco fue una
masacre. Vamos por partes, según las entradas de estos dos conceptos
publicados en la Encyclopedia of Genocide and Crimes Against Humanity,
el primero se compone de tres elementos esenciales: actos, intención y
víctimas. Hay cinco actos enumerados en la definición de Naciones Unidas
que son distintos en su naturaleza, pero que están unificados en su
estrategia. Tres de los cuales tienen como fin destruir a un grupo
existente: matar, causar serios daños, y/o crear las condiciones
destructivas, los otros dos actos tienen el cometido de impedir la
posibilidad de que el grupo continúe con su existencia. El asunto de la
intención es complejo, pero fundamentalmente se refiere a limitar los
reclamos de genocidio a esos casos en que la violencia política está
específicamente dirigida a la destrucción de un grupo. Este objetivo
político se presenta como una política oficial, o se expresa como un
plan coordinado y sistemático de terror hecho por el Estado. El crimen,
de acuerdo con la definición, se dirige no hacia individuos per se, sino que las víctimas-objetivo lo son por su pertenencia nacional, étnica, racial o religiosa.
Masacre, según la misma Encyclopedia, puede ser definida
como una forma de acción, normalmente colectiva, cuyo objetivo es la
eliminación de civiles o no-combatientes incluyendo hombres, mujeres y
niños. Etimológicamente la palabra viene de matteuca, que
significa aporrear, la palabra contiene tanto el sentido de matadero
como de carnicería. Históricamente presupone que tanto el perpetrador
como la víctima están cara-a-cara, aunque ahora con las tecnologías de guerra modernas los bombardeos a
distancia también pueden considerarse una masacre, siempre y cuando se
trate de víctimas civiles no-combatientes.
La diferencia entre genocidio y masacre, según los expertos, es que
el término masacre refiere a la deliberada pero no sostenida matanza de
personas desarmadas, en un periodo relativamente corto de tiempo y en
una zona geográfica pequeña y delimitada. Sin embargo, algunas veces,
una variedad de masacres tiende a evolucionar en un proceso genocida, en
el cual se puede usar el término “masacre genocida”.
¿Por qué Jodyalí no responde a ninguno de los dos conceptos? De
entrada hay que describir lo que pasó en Jodyalí en la noche del 25-26
de febrero de 1992.
Jodyalí está a siete kilómetros de Stepanakert, capital del enclave
armenio de Nagorno Karabagh, y desde dicho poblado las fuerzas azeríes
bombardearon durante los meses de enero y febrero de 1992 a las
posiciones militares armenias y rusas que estaban atrincheradas en
Stepanakert, matando a muchos civiles armenios con sus misiles. Hay que
mencionar que el único aeropuerto de Nagorno Karabagh, y única vía de
salida del enclave en ese momento, estaba en las inmediaciones de
Jodyalí y por lo tanto era una posición estratégica en el enfrentamiento
entre las fuerzas azerís y las armenias durante la guerra de Nagorno
Karabagh. También hay que aclarar que Armenia no invadió Azerbaiyán,
fueron los armenios que vivían en el enclave de Nagorno Karabagh quienes
optaron por la autodeterminación, un principio de derecho internacional
y que México defiende como eje toral de su política exterior.
Al ir perdiendo la guerra, el ejército azerí decidió evacuar a los
pobladores de Jodyalí, en su mayoría meshketas provenientes de Asia
Central que apenas habían sido instalados en la región, y para ello el autodenominado ejército de liberación de Karabagh creó un corredor
humanitario en el que se permitió que la población civil se dirigiera a
la ciudad Agdam. En la madrugada, señala la organización Humans Right Watch,
una columna de refugiados que estaba acompañada por una docena de
combatientes en retirada –uniformados y armados-, dejaron la ciudad
mientras era tomada por las fuerzas armenias. Cuando se aproximaron a la
línea de fuego se cruzaron con una posta de las fuerzas armenias y ahí
inició el combate, en el que murieron muchos civiles.
Pero no se trata de un genocidio, ni tampoco de una masacre. Las
víctimas que murieron en el poblado de Najichevanik, muy cerca de Agdam,
estaban entremezcladas con las fuerzas armadas azeríes que llevaban
uniformes y armas durante su huida. El informe de Helsinki Watch
menciona que hubo combates entre las tropas azeríes y las armenias: “De
acuerdo con una mujer azerbaiyana de 21 años, cuyos dedos gordos del pie
tuvieron que ser amputados por la congelación, ‘Los líderes de nuestro
grupo eran hombres. Los armenios abrieron fuego cuando nos acercamos al
pueblo [de Nakhichevanik]. Nos rodearon y dispararon. Hubo intercambio
de fuego entre los soldados armenios y los nuestros”. Un soldado azerí
también declaró: “Disparábamos y corríamos con la bola, pero no era una
retirada organizada. Estábamos todos mezclados’”.
Lo que da a entender el informe de Rachel Denber para Helsinki Watch es que los civiles fueron usados como escudo humano (human shield) por parte de los militares azeríes, y muchos murieron durante el enfrentamiento[1].
El reporte también indica que tanto los militares armenios y rusos (en
dicho combate participó el regimiento 366 de la extinta Unión
Soviética), por no detener el combate al ver o sospechar que había
civiles, como los militares azerís por usarlos como escudo humano,
tuvieron responsabilidad en la matanza.
El combate desorganizado que se dio cerca de Jodyalí,
independientemente de si fue realizada por armenios, como dice
Azerbaiyán, o por el Frente Popular de Azerbaiyán, como dicen las
fuerzas armenias citando al ex presidente azerí Mutalibov[2],
es un acto de guerra en el que desafortunadamente murieron civiles.
Pero no puede calificarse de masacre, según la definición que dimos más
arriba, mucho menos es un genocidio.
De tal suerte, que las acciones de la embajada de Azerbaiyán en
nuestro país y en América Latina, obedecen a una estrategia del
gobierno Azerí para tergiversar los hechos sobre Jodyalí, usando para
ello diversos foros y cabildeando a diputados, que saben muy poco sobre
el conflicto en Karabagh, para que pasen resoluciones con la versión
azerí del conflicto. Esta “diplomacia del caviar”, en México, ya logró
que tanto la Cámara de Diputados como la Cámara de Senadores pasaron
puntos de acuerdo reconociendo que lo que sucedió en Jodyalí es un
genocidio, un acto que ni Naciones Unidas ni la Asociación de Estudiosos
del Genocidio reconocen como tal. Además, si México tiene interés en
apoyar la resolución del conflicto en Karabagh, debe también reconocer
que en la misma guerra murieron alrededor de 10,000 armenios, muchos en
pogromos azuzados por el mismo gobierno de Azerbaiyán. Hay que tener
claro, también, que la campaña de Jodyalí es parte de una política cuyo
cometido central es la negación del Genocidio armenio .perpetrado entre
1915-1923 por el imperio otomano-, campaña orquestada por Turquía y en
la que Azerbaiyán actúa como aliado.
Ya han pasado más de tres años desde que la Comisión creada por el ex
jefe de gobierno Marcelo Ebrard dictaminara que se quitara la estatua
del dictador Aliyev, así como la modificación de la placa localizada en
la Plaza de Tlaxcoaque. Tanto el mapa expansionista que niega la
autodeterminación del pueblo de Karabagh y que sigue en la Avenida
Reforma, como la placa que califica de genocidio un combate en dicha
guerra y que sigue en la Plaza de Tlaxcoaque, son dos muestras del
cabildeo de uno de los gobiernos más corruptos del mundo y que ha hecho
de México, a través de dádivas a políticos mal informados, un campo de
lucha simbólica con objetivos geopolíticos en contra de Armenia y los
armenios de Nagorno Karabagh.
[1]
El primer presidente de Azerbaiyán, Ayaz Mutalibov era el presidente en
funciones y por tanto cabeza responsable del ejército azerí durante el
comabate de Jodyalí. Es importante mencionar que la intriga política
generada a partir de dicha tragedia fue la causa de su renuncia como
presidente y su posterior exilio. Apenas un par de meses después de
Jodyalí, en abril de 1992, el exiliado presidente Mutalibov enfatizó en
el periódico Nezavisimaya Gazeta (2 abril 1992) que el asalto a la
población de Jodyalí por parte de las fuerzas armenias no fue ninguna
sorpresa, también dijo que existía un corredor humanitario creado por
dichas milicias para permitir que los refugiados se encaminaran a la
ciudad de Agdam, entonces controlada por las fuerzas azeríes, una de
esas columnas de refugiados fue atacada muy cerca de esa ciudad —en
territorio controlado por el Frente Popular de Azerbaiyán— por las
“fuerzas”, y usamos las palabras del primer presidente azerí, “de la
oposición azerí para quitarlo del cargo y culpándolo de lo sucedido”.
Nueve años después, y todavía en el exilio, Ayaz Mutalibov volvió a
confirmar su declaración (en la revista Novoye Vremya del 6 de marzo de
2001) y dijo que “el fusilamiento de los residentes de Jodyalí fue
obviamente organizado por alguien para tomar el control de Azerbaiyán”.
Ese alguien era el dictador Aliyev, padre del actual presidente de
Azerbaiyán.
[1]
En aras de mostrar la tergiversación de la matanza hecha por el
gobierno azerí, es importante decir que en el informe de Denber, Namig
Aliev, funcionario del gobierno azerí, proveyó una lista en la que se
mencionan los nombres de los civiles que perdieron la vida en Jodyalí,
que eran 133 personas, de lo cuáles 41 eran mujeres y 13 niños, un
número distinto del presentado posteriormente por la campaña del
embajador azerí que es de 613 personas, de las cuáles 106 mujeres y 83
niños, R. Denber, op. cit.
Fuentes: Encyclopedia of Genocide and Crimes Against Humanity, Dinah L. Shelton (ed.), Thomson-Gale, Michigan, 2005.
"Sin embargo" (www.sinembargo.mx), 26 de febrero de 2016
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