Leandro Despouy
En agosto de 1985, como miembro de la Subcomisión de Derechos Humanos de
la ONU y como diplomático de la nueva democracia liderada por el
presidente Alfonsín, participé en el espinoso debate que culminó
consagrando el reconocimiento internacional del Genocidio de los
armenios por las Naciones Unidas, con la aprobación del “Informe
Whitaker”. Eran los pasos iniciales para consolidar el principio de
jurisdicción universal; los derechos humanos serían el eje central de
los procesos democráticos y de las relaciones entre los Estados.
La
ruptura del silencio sobre el Genocidio y sobre los reclamos de sus
víctimas instaló nuevas bases para las contiendas diplomáticas que
vendrían. Por primera vez se abría paso la verdad y se alentaron
esperanzas de lograr el reconocimiento y –hoy– las reparaciones. A
partir del reconocimiento de la ONU, cambiaron definitivamente las
relaciones de Armenia con la Diáspora, con Turquía y con el mundo. Hubo
sucesivos reconocimientos del Genocidio de numerosos países, parlamentos
nacionales y regionales, de los presidentes Alfonsín y Mitterrand, y
los condicionamientos al ingreso de la República de Turquía en la Unión
Europea, entre otros hechos.En 1983, la Subcomisión y la Comisión de Derechos Humanos (hoy, Consejo) encomendaron al experto Benjamin Whitaker revisar la Convención sobre Genocidio y su vínculo con la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes lesa humanidad, para que los Estados las cumplieran.
Estudios anteriores (1973 y 1975) incluían el “párrafo 30”, que calificaba las masacres a los armenios cometidas entre 1915 y 1923 como “el primer genocidio del siglo XX”. Ese párrafo desató una ofensiva feroz de la diplomacia turca y fue suprimido del informe final (1979).
En 1985, el debate en la Subcomisión de la ONU fue uno de los más prolongados y turbulentos de su historia. La diplomacia turca procura eliminar el párrafo reinsertado; el gobierno de Thatcher retira su apoyo a Whitaker, que resiste la presión turca para que descarte su estudio; le roban documentos. Actuando como Relator General, aludo a la solidaridad de la Argentina con las víctimas armenias y defiendo que se mantenga el párrafo en conflicto. Pero noto que la palabra “genocidio” ha sido remplazada por “la cuestión armenia”. Advierto a la presidencia que reabriré el debate y luego de acordar con algunos colegas, se pone a votación una resolución que es aprobada por 14 votos a favor, 4 abstenciones y 1 voto en contra. Cundía la confusión en el recinto. En el salón me encontré con observadores armenios que comprendieron lo que se había aprobado cuando escucharon que el embajador de Turquía me decía que me felicitaba como diplomático pero que el pueblo turco jamás me perdonaría lo que acababa de hacer. Esa encrucijada histórica mantiene gran significación. La ONU no lograría reeditar este hecho ni mantenerlo en la agenda, y Turquía ha hecho todo lo que tenía a su alcance para desconocerlo y devaluarlo. Por ello tiene tanta importancia recordarlo.
"Clarín", 24 de agosto de 2015
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