3.7.14

Whitaker, un británico que luchó con nosotros

Leandro Despouy


El 8 de junio falleció Benjamin Whitaker. Lo supe a través de un amigo armenio. Su nombre estará vinculado para siempre al reconocimiento del Genocidio de los armenios en las Naciones Unidas, en 1985, luego de una batalla diplomática sin precedentes, que saboteó Turquía durante 15 años y finalizó con la aprobación del documento que lleva su nombre: “Informe Whitaker”, de enorme impacto en el mundo y que hoy es patrimonio de la ONU.
Patrocinado por David Owen, ministro de Asuntos Exteriores británico en los 70, Whitaker fue designado Relator Especial de la Subcomisión de prevención de discriminaciones y protección a las minorías de la ONU –la Subcomisión de derechos humanos–, un calificado ámbito de expertos independientes. Allí, luego de consecuentes intentos de denuncia, Whitaker, Nicole Questiaux y Theo van Boven desataron la mordaza que la diplomacia de la dictadura argentina (Gabriel Martínez, Mario Amadeo) había tejido para acallar las denuncias sobre asesinatos y desapariciones en nuestro país, y que desde 1976 eran archivadas en la ONU. En 1979, en un claro mensaje, Whitaker dijo: “Que los países que practican el terrorismo en su territorio no traten de usar los mismos métodos en las Naciones Unidas”.
En 1983, la Subcomisión y la Comisión de Derechos Humanos (hoy, Consejo) encomiendan a Whitaker revisar la Convención para la prevención y sanción del delito de Genocidio y su ligazón con la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes de lesa humanidad, para garantizar que los Estados las cumplan. Una experta le recomienda entonces incorporar a su vestimenta un chaleco antibalas.
Dos estudios preliminares (1973 y 1975), del experto ruandés Ruhashiankiko, incluían el “párrafo 30”, que calificaba las masacres de los armenios cometidas entre 1915 y 1923 como “el primer genocidio del siglo XX”. Aquel párrafo suscitó una tormenta de proporciones conducida por la diplomacia turca, fue suprimido del informe final en 1979 y Ruhashiankiko se esfumó de la escena internacional.
Nos conocimos en la Subcomisión. En la Argentina comenzaba el gobierno de Alfonsín y la revolución de los derechos humanos. Desde 1984 yo era relator especial y estaba en debate el informe de Whitaker, que contenía la definición del Genocidio de los armenios.
La convocatoria del Juicio a las Juntas y la investigación de los crímenes de la dictadura argentina nos aproximaban y establecimos una corriente de simpatía y apoyos recíprocos.
Para Whitaker la situación era complicada; el gobierno de Margaret Thatcher no lo apoyaba y se debió servir del soporte de una ONG británica para terminar su mandato en la ONU. Socialista convencido, tampoco él acuerda con las políticas del gobierno británico. Esta circunstancia es aprovechada por la diplomacia turca, que procura eliminar el párrafo sobre el Genocidio de los armenios. Cuando ese punto es debatido, menciono los cambios en la Argentina, nuestra solidaridad con pueblos víctimas de genocidios y apoyo que se mantenga el párrafo en conflicto. Whitaker denuncia en la Subcomisión el robo de documentos. Actuando como relator general, advierto que la expresión “genocidio” ha sido reemplazada por “la cuestión armenia”. Whitaker es visitado por diplomáticos turcos, que buscan disuadirlo de continuar con su estudio, pero no era susceptible a presiones políticas. En su exposición, dice que los expertos deben proteger a las víctimas, no a los gobiernos. En un gesto de caballerosidad, se abstiene de votar su propio informe.
Nos reencontramos en diciembre de 1986, cuando visitó Buenos Aires y definió la aprobación de su Informe como un buen ejemplo de la cooperación angloargentina.
Se entrevistó –sin que trascendiera a la prensa– con el canciller Caputo y el presidente Alfonsín.
Retirado de la vida política, se dedicó a la pintura y una de sus últimas actividades fue impulsar que se erigiera un monumento de George Orwell, legendario crítico de la sociedad capitalista, frente a la BBC, que allí está.
Su figura representa, con los mejores quilates, a los muchos personajes de la historia contemporánea que, no importara cuál fuera su nacionalidad, peleó por valores universales que fueron los que nuestro país abrazó en aquellos momentos inaugurales de la democracia.



"Clarín", 2 de julio de 2014 

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