Diana Dergarabetián
El 4 de
septiembre falleció inesperadamente en Buenos Aires, a la edad de 79 años, Bedrós Hadjián (1933-2012), destacado intelectual, docente, escritor
y orador de la comunidad armenia de la Argentina. Nacido en Siria, donde tuvo una importante actividad docente y
comunitaria entre 1954 y 1970, llegó a la Argentina para hacerse cargo de la
dirección de la sección armenia del Instituto Educativo San Gregorio el
Iluminador, que desempeñó hasta 2007. Simultáneamente, fue
editor de la sección armenia del entonces diario “Armenia” entre 1971 y 1986.
Publicó una serie de obras en armenio (dos volúmenes de cuentos, una novela,
libros de divulgación de la historia y la cultura armenia, libros de texto); cinco
de sus libros fueron traducidos al castellano y uno al inglés. Reconocido colaborador de numerosas
publicaciones en la Diáspora y en Armenia, entre otras distinciones, en 2010 fue condecorado con la
medalla “Movsés Jorenatsí” de la República de Armenia por sus servicios a la
cultura armenia.
El funeral
de Bedrós Hadjián se realizó el 5 de septiembre en la Catedral San Gregorio el
Iluminador de Buenos Aires con una nutrida concurrencia y sus restos fueron
enterrados en el Cementerio Armenio. En
el funeral hicieron uso de la palabra representantes de la Asociación Cultural
Tekeyán, la Unión Cultural Armenia Sharyum, la embajada de la República de Armenia
en la Argentina, la Unión General Armenia de Beneficencia, la Fundación
Seranouch y Boghós Arzoumanián y el Centro Armenio. Como expresión del
sentimiento general (como dice el proverbio francés, les absents ont toujours tort, "los ausentes siempre están equivocados"), ofrecemos a continuación el mensaje de Diana Dergarabetián
de Pérez Valderrama, coordinadora general del semanario “Sardarabad”, en representación
de la Asociación Cultural Tekeyán.
Es muy difícil hablar en este momento, en el que nos toca despedir a una persona de la que nos estuvimos nutriendo durante muchos años… Nutriendo en lo personal y como colectividad.
En lo personal, la relación
con barón Hadjián comienza en las aulas del Instituto San Gregorio El
Iluminador. Ni bien llegado a la Argentina, barón Hadjián se puso al frente de
la dirección de la escuela. Para nosotros, fue un gran cambio, y para él
también. Muchos años después, nos confesaría en una rueda de exalumnos que el
traslado había sido un gran choque para él, había muchas diferencias en la
enseñanza-aprendizaje y en la relación docente-alumno. Quiso regresar a su país
pero fueron sus compañeros de ideología de entonces quienes le hicieron cambiar
de parecer y le hicieron mantener la promesa cumplida de continuar con su labor
docente en la Argentina, donde su presencia era necesaria.
Con los años, uno
comprende y hasta se compadece por el shock que debió afrontar.
Es que por
entonces, los alumnos no percibíamos la magnitud de conocimientos, la grandeza
de nuestro profesor. Y Hadjián fue grande de verdad. Grande como docente, como
escritor, como orador, como periodista, como dirigente.
Tenía siempre la
palabra justa. La claridad de conceptos era otra de sus características. A
pesar de la riqueza del idioma que empleaba, sus mensajes eran claros,
comprensibles aun ante la complejidad y seriedad de los temas que
abordaba. Es que era un docente nato;
una fuente de consultas inagotable y ante cada duda que se le planteaba la
respuesta era clara, precisa, indudable.
Hadjián fue en sí
mismo, un diccionario, un manual de gramática armenia; un defensor
inclaudicable de la lengua armenia, un creador, un hombre de ideas, que dedicó
su vida a la preservación de la identidad armenia, ya sea como político y
dirigente comunitario o como intelectual y docente.
Fue un grande… De
aquellos intelectuales que logran que su apellido deje de ser un nombre propio
para convertirse en un sustantivo común… ¿Quién no escuchó alguna vez en
nuestra colectividad la frase: «¡no tenemos muchos Hadjianes!»? y con
eso queríamos significar que se trataba una persona única, irreemplazable. Y
ésa es la persona que despedimos hoy.
Un grande que supo
adaptarse a los tiempos y que tenía también una gran capacidad de autocrítica,
algo muy necesario cuando uno tiene la responsabilidad de dirigir, ya sea una
escuela, un grupo ideológico o una comunidad. Un hombre con mente abierta que
percibió que había que cambiar, que había que hacer cambios si queríamos
preservar nuestra lengua e identidad en la Diáspora. Un hombre que asumió todos
sus trabajos con dedicación, con responsabilidad, poniendo al servicio no solo
su capacidad sino también aquello que no se ve, pero que deja un sello
personal: el alma. Un hombre que alentaba al que trabajaba por la comunidad, al
que escribía algo, aunque sea una frase en armenio, a pesar de los errores.
Cada uno de sus
discursos, de sus famosos “Iergu Josk” que se fueron acortando con los
años, fue una pieza oratoria; algo que debía atesorarse porque representan la
mejor expresión del ideario de nuestros tiempos.
Y de ese Hadjián
nos nutrimos todos. Se nutrió la colectividad. Todos aprendimos algo. Todos le
debemos parte de nuestros conocimientos.
Por ello, teniendo
en cuenta todas sus cualidades y su dedicado apostolado a la difusión de la
cultura armenia, la O.D.L.A. en 2010 decidió honrarlo como «Hombre del Año de Sardarabad».
Con barón Hadjián
compartimos primero la relación educador-alumno y luego, comisiones de trabajo,
reuniones y la labor periodística. En
los últimos años, fue grande su contribución a la parte de armenio de Sardarabad. En ese sentido, la serie de notas sobre el
uso de la lengua armenia que veníamos publicando, se constituyó en un
importante aporte a la preservación del idioma armenio, algo por lo que muchos
lectores se sienten muy agradecidos y que es altamente valorado también en
distintas comunidades de la Diáspora.
Creo que somos una
generación privilegiada porque contamos con hombres como barón Hadjián en
nuestra formación.
Ojalá las
generaciones futuras encuentren otros referentes valiosos y que nuestro paso
por esta tierra sea tan fértil como ha sido la vida de barón Hadjián.
Nos quedan sus
obras, sus conocimientos, la hermosa familia que formó con Sosé, su compañera
incondicional, sus hijos, a los que les dejó un hermoso legado y el compromiso
de seguir trabajando por la armenidad.
Ese compromiso y
ese mensaje no pueden quedar truncos aun
ante esta triste pérdida.
El genio creador de
barón Hadjián hoy descansa en paz. Lo merece.
"Sardarabad", 12 de septiembre de 2012
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